martes, 25 de octubre de 2011

¡Ciao Sic!

Arrivederci, mio amico
A estas alturas seguramente muy poca gente que atienda un mínimo a los medios de comunicación no sepa de  todo el revuelo suscitado por lo ocurrido a Marco Simoncelli, motociclista italiano de 24 años, natural de Cattolica, provincia de Rimini, que ayer perdía la vida en el trazado malayo de Sepang luego de una desafortunada caída en la que sus compañeros de parrilla, Colin Edwards y Valentino Rossi, chocaban fortuitamente contra él y su Honda ocasionándole heridas mortales en pecho, cuello y cabeza. Inmediatamente era socorrido por los comisarios de modo más que discutible, para luego ser atendido por el equipo médico del mundial que tras 45 minutos eternos de intentos de reanimación, lo declaraba fallecido a las 16.56 hora local. Nada más se podía hacer. Todo se había acabado para este valiente joven de electrizante pelo y expeditivo estilo de conducción. Y cómo no, el fin de semana de motos con él, en señal de respeto a su persona, como suele ser lógico en estos casos. El motociclismo se viste de luto y sufre así su enésimo varapalo desde las muertes de Shoya Tomizawa y Daijiro Kato.

Pero este terrorífico luto no es exclusivamente asunto del motociclismo, he ahí el problema. El deporte en general tiene por costumbre revivir cíclicamente las consecuencias del bofetón que nos despierta del circense letargo en el que vivimos inmersos día a día. Ese bofetón que nunca llega solo, y que simplemente precede al posterior castañazo que hará acto de presencia con brevedad. Como dice el dicho, el que avisa no es traidor. Y esta semana, desafortunadamante, ha habido aviso. El bofetón de turno, el fallecimiento de Dan Wheldon en Las Vegas, víctima de un accidente múltiple en las IndyCar Series, y ahora el castañazo de Marco. 
Hace unos meses veíamos también como era azotado vilmente el mundo del ciclismo con las muertes de Wouter Weylandt y Xavier Tondo en sucesivos días. Eso sin contar la de Henry Surtees (hijo de John Surtees) junto con el accidente de Massa en 2009, las muertes de los futbolistas Robert Enke y Antonio de Nigris a finales de ese mismo año y las muy significativas de los grandes escaladores Chaba Jiménez y Marco Pantani en 2004, quien además del nombre comparte curiosamente algunas coincidencias con el piloto de Cattolica. 
Todo esto no hace más que reabrir inconscientemente el imperecedero debate sobre el tema de la seguridad, le ataña directa o indirectamente, más si cabe en el mundo de las competiciones en las que el neumático se erige como el verdadero ingrediente. Y así es como surge una pregunta: ¿Es suficiente la seguridad tal como la concebimos? Seguramente nunca lo sea. Seguramente nunca esté de más. Y tampoco ayuda esa arcaica oratoria que practican algunos personajes de peso en el mundo de la competición que aún veneran y ensalzan la figura de los pilotos como si de héroes se tratasen, tal que en el pasado. Sinceramente creo que lo verdaderamente importante hoy en día es educar a las masas en seguridad vial o responsabilidad civil tomando como ejemplo un buen modelo a seguir en el que los jóvenes se puedan ver reflejados, más que potenciar la mímesis del fanatismo romántico y delirante ejercida por los adalides deportivos que ahora yacen en nuestros camposantos. Eso no creo que sea lo que deseamos, tanto nosotros como las familias de nuestros competidores, por mucho morbo que suscite.

Pero todo ello no resta relevancia a los hechos de los cuales hemos sido testigos este fin de semana. De modo que la muerte de Marco no deja de ser ni mucho menos un episodio triste, terrible, amargo, funesto mire como se mire, y que nadie en este mundo desearía escribir. Sin ir más lejos, yo no soy una excepción. Pero aún con todo, y sin considerarlo como una pretensión prioritaria, considero oportuno el realizar un ejercicio de sinceridad y pensar si este suceso ha sido un caso aislado y tan sorprendente como en realidad pueda parecer. No estaría de más meditar profundamente sobre los sucesos acaecidos estas últimas horas para luego discurrir sobre el devenir del mundial. Nos daríamos cuenta de que no podemos obviar el resumen de lo que ha sido este campeonato. Así es como se me plantea esta cuestión: ¿en qué piloto de la parrilla de este año en MotoGp hubiéramos pensado antes si nos hubieran ofrecido su muerte como una posibilidad? Estoy seguro que todos o casi todos hubiéramos pensado en él como primera opción. Su largo historial de múltiples caídas, generadoras de batacazos ajenos en su mayoría, junto con el resto de rifirrafes con sus rivales a raiz de las mismas y sus posteriores declaraciones le han servido para ganarse la antipatía de muchos, no solo en el paddock, si no también entre los miles y miles de aficionados al deporte a motor de las dos ruedas por excelencia. Bautista, Barberá, Lorenzo, Rossi, muy notoriamente Pedrosa y hasta él mismo en innumerables ocasiones han sido sus principales víctimas. Eso hasta ayer, trágico 23 de octubre de 2011. Desgraciadamente, las voces de Lorenzo, Stoner y Pedrosa alzándose contra su agresividad, aparente inconsciencia e irresponsabilidad, en pro de una mayor seguridad en pista a tenor del palpable riesgo que supone el conducir unas monturas a cada año que pasa más potentes y difíciles de controlar, no lograron disuadir al emilio-romano de abandonar el kamikazismo que solía practicar. Nuestro querido Marco no supo o no quiso reconducir su actitud temeraria, y eso ha sido lo que finalmente le ha costado la vida, aunque suene duro y cruel afirmarlo, dada la cercanía del incidente en el tiempo. Esa seña de identidad tan propia, ha sido su fortaleza y su debilidad al mismo tiempo. Lo que lo ha llevado a ascender al olimpo y a descender al averno a partes iguales en innumerables ocasiones. Lo que lo ha hecho terminar su camino antes de la meta.

Con todo esto no pretendo dar una noticia, con la cual ya han sido bombardeados los noticiarios, y por supuesto ni mucho menos realizar una crítica ácida, aunque en su día haya censurado su forma de proceder dentro de los circuitos. Reconozco que el que haya empezado a leer a mitad de texto podría llegar a pensarlo, pero no es el caso. Como mucho, ambicionaría retirar todo atisbo de culpabilidad que puedan estar soportando los otros dos pilotos sumergidos en tal desastroso accidente. Por eso, verlo como un homenaje vestido de crónica suena mejor para la ocasión. Esa es la intención que guardo y lo que de verdad pienso estoy escribiendo. Porque nuestro compañero se lo merece. Una despedida en condiciones.

Y es que la historia de Marco Simoncelli, conocido como "Sic" en el paddock e identificado por su dorsal, el 58, ha sido la de un piloto tan veloz como controvertido. Amado y odiado a partes iguales, nunca tratado con indiferencia. Único e inigualable ya fuera por su forma de correr (metódica, repetitiva, excesivamente dura y agresiva, aderezada con más valentía que talento), su apariencia física (alto, espigado, de irremplazable y eléctrica cabellera rubia estilo "afro") o su comportamiento fuera de la pista (peculiarmente extrovertido, testarudo, sin pelos en la lengua, pleno de sentido del humor y de comportamientos Rossinianos podríamos decir). Definitivamente no era un corredor cualquiera. Catalogado por algunos como el sucesor de su gran amigo y nonacampeón mundial Valentino Rossi, para bien o para mal destacaba por algo, y últimamente se había convertido en el centro de atención de este mundillo. Risueño, pasional, aguerrido, luchador, implacable, cabezón y fiel a su estilo hasta el último de sus días. Ese mismo estilo que lo ha definido durante toda su carrera y finalmente llevado al olimpo de los pilotos. Imposible no notar su ausencia. Así era él. El último campéon de 250cc. Simplemente 58. Simplemente SuperSic. Simplemente Marco Simoncelli.

¡Ciao Marco! Te echaremos de menos.

Por Marcos Pantani

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